
Originalmente publicado en Página 7
Superada una enfermedad aguda que pudo precipitarme a cruzar ese cada vez más estrecho límite entre el ser y no ser, que se hace más sutil para mí, personalmente por la cantidad de años vividos, y repuesto del severo cuadro patológico que me atacó, retorno a disfrutar del calor familiar sin angustias ni temores y con la invalorable satisfacción de volver a respirar el aire fresco sin la mediación del tubo de oxígeno,
Esposa, nietas, nieto, la enorme familia ampliada y mis dos fieles empleados, que desde sus específicas funciones integran la vida de nuestro hogar, se movilizaron solidariamente, como lo hicieron desde lejos, mi hijo, obligadamente ausente y su esposa, quienes salvando distancias geográficas constituyen en todo momento el núcleo familiar, ese espacio inquebrantable que satura de vida la existencia.
En poco más de tres días estoy en condiciones de volver a mis labores cotidianas gracias a la calidad de la atención médica recibida, gracias a la capacidad del personal médico, de enfermería y administración de la Clínica CEMES, gracias a sus instalaciones irreprochables y, particularmente, a la eficacia de su organización, que se complementa con el inteligente relacionamiento con otros institutos de alto nivel, como el Uni Gastro.
Su eficiencia, lograda gracias a la optimización de sus recursos materiales y humanos, su responsabilidad y eficacia constituyen la mejor muestra de lo que puede hacer la medicina en favor de los enfermos cuando hay dedicación responsable al cuidado del paciente, y con principios sólidos se impulsa el desarrollo del rico potencial que significa la organización disciplinada.
Esta vez tuve yo el privilegio de que las diferencias, siempre indeseables, estuvieran a mi favor, lo cual, lejos de posponer la defensa de la equidad y la universalidad del derecho a la salud, refuerzan estos principios y me permiten percibir que parecidos beneficios pueden estar al alcance de todos.
Mi justificada gratitud está íntimamente ligada a la admiración por la exitosa organización alcanzada por tantos y tan buenos amigos, y al convencimiento de que las organizaciones estatales podían alcanzar niveles parecidos de calidad si se liberaran del culto a la personalidad del Jefe y se abocaran clara y exclusivamente a la conservación y mejoramiento de la salud colectiva.
Las diferencias odiosas que condicionan unas circunstancias para unos y otros en el ejercicio de un derecho tan universal como el de la salud son inadmisibles. Nuestro país, tan heterogéneo e inequitativo, paradójicamente estructurado así durante 14 años de gestión de un partido que le gusta presentarse como paladín de las reivindicaciones sociales y hostiga sistemáticamente a sus oponentes políticos, como colonialistas, vende patrias y neoliberales, es el ejemplo más trágico de la irresponsabilidad, la ineficacia y la indolencia.
La enorme disparidad de circunstancias que afectan a la mayoría de la población es patética. Yo no tuve que madrugar ni una vez para hacer largas colas con la alternativa de lograr una ficha para el mismo día o repetir esfuerzos desde fojas cero al día siguiente. No necesité hacer cola para conseguir una consulta en el famoso SUS o en un centro de la seguridad social. Tampoco agoté mis energías para lograr espacio en una consulta normal o acceder a los congestionados servicios de emergencia, en los que abnegados médicos jóvenes atienden hasta en el suelo de los pasillos, por falta de camas o de simples camillas. Son tan pocos en relación a la demanda que apenas disponen de cinco minutos por paciente.
Los que llegan a ser atendidos salvan las emergencias, pero de ahí empieza el largo calvario para conseguir un examen de sangre o una radiografía simple. El SUS que ha gastado más en propaganda política que en recursos indispensables, no ha pasado de ser la expresión de “SUS mentiras”.
Con el mismo descaro con el que dejaron arder la Chiquitania, los candidatos oficiales pretenden continuar en el poder gracias al voto de sus militantes todavía no decepcionados, de los ingenuos engañados por las mentiras y de una oposición desperdigada, cuyo voto sereno y desprejuiciado puede contribuir a recuperar las libertades y la equidad social; o condenarnos a seguir el camino de Venezuela.
-Javier Torres-Goitia T. fue ministro de Salud.